domingo, 30 de septiembre de 2012

TRIANGULO DEL TAPEO

Al igual que Madrid tiene su triángulo del arte (Museos de Reina Sofía, El Prado y el Thyssen), el límite formado por las calles de la Cruz, Carrera de San Jerónimo y Carretas, forma un autentico triángulo del tapeo que cualquier aficionado con buen paladar debe conocer.
No pretendemos con estas líneas dar a conocer una guía gastronómica, simplemente pretendemos traer a estas páginas, algunos de los locales mas representativos sin olvidarnos de que hay en la zona otros muchos  muy interesantes que no hemos reseñado por no hacer excesivamente larga esta pequeña guía.
Antes de comenzar con nuestro paseo, queremos recordar brevemente la historia de esta zona de Madrid.
En la parte más cercana a Sol, se encontraba el convento e iglesia de San francisco de Paúl, más conocido como de la Victoria, comprendía el espacio limitado por la carrera de San Jerónimo y las calles de la Victoria, Cruz, Cádiz, Carretas y la Puerta del Sol.

Plano de Texeira año 1656. Marcado con el VI, el Convento de la Victoria
El convento e iglesia fue derribado en 1838 y sobre su solar se abrió el primer tramo de Espoz y Mina y más tarde el pasaje Mathéu que se proyectó inicialmente como pasaje comercial a semejanza de los que por entonces se encontraban de moda en las capitales más importantes de Europa. Disponia de grandes tiendas de lujo y bazares. La galería o calle central estaba cubierta por una armadura de hierro y cristal, y sus entradas estaban formadas por cuerpos salientes rematados con esculturas de Francisco Pérez que personificaban el comercio y el lujo.

Recreación del Convento de la Victoria
Por desgracia, fue un fracaso para su propietario Manuel Matheu, que se arruinó, quizá Madrid todavía no estaba preparada para estas modernidades. El Pasaje de Matheu, llamado también pasaje de la Equidad y Bazar de la Villa de Madrid, fue construido por Antonio Herrera de la Calle en el año 1847. Constaba de tres plantas dedicadas al comercio destacando las tiendas de ropa, una para mujeres y otra para hombres. Lo mejor de todo era la iluminación nocturna, capaz de competir con los mejores bazares de Londres y París.
Desaparecido el Pasaje de Matheu, la zona se transformó en viviendas y locales que hoy podemos contemplar.


Pasaje Matheu
Comenzaremos nuestro recorrido por el número 12 de la Calle de La Victoria, donde se encuentra la Casa del Abuelo, quizá la taberna más representativa de la zona.
Nombrar Casa del Abuelo es venirnos a la memoria el sabor de las autenticas gambas que se podían tomar en Madrid.
Pero antes de paladear sus exquisitas tapas, creemos oportuno conocer un poco los orígenes de la taberna.


Casa del Abuelo, es una de las tabernas madrileñas más castizas. Esta tasca centenaria se abrió como colmado especializada en la venta de vinos y sidras. Desde su fundación, en 1906, la taberna ha estado siempre regentada por la misma familia, siendo su fundador Baldomero Ortiz y Gilabert.
Baldomero Ortiz bautizo la taberna con el nombre de “La Alicantina” por ser este el lugar de nacimiento de su madre, y porque la familia traía los vinos dulces de dicha provincia.
En los años 50, Patricio Ruiz abuelo de los actuales dueños y verdadero amante del vino decidió fabricarlo él mismo en sus propias bodegas. Obtuvo un vino dulce tan rico, que el público empezó a llamarlo cariñosamente vino “El Abuelo”. En La Casa del Abuelo se embotellaba el vino tras mantenerlo en una cuba grande donde los mismos camareros se encargaban de añadir la mistela al vino seco y remover y remover para evitar que se picara y conseguir el punto idóneo.


En los años 20 y 30 al fundador de la taberna se le ocurrió la idea de ofrecer bocadillos a sus clientes. La Casa del Abuelo no sólo se convirtió en la primera taberna que vendía chorizo, anchoas o sobrasada dentro de un pan, sino que también consiguió vender más de 1500 bocadillos en un solo día.
Una de las especialidades más demandadas en esta época era el vino dulce con rosquillas. Después de la guerra, las dificultades para conseguir pan obligan a los taberneros a buscar un producto que se consuma sin pan, entonces se les ocurrió servir gambas a la plancha.
Daniel Ruiz cuenta que, en los años de la posguerra, su abuelo se las veía y deseaba para encontrar algo comestible que servir en la tasca familiar. Un buen día, se fue al mercado buscando algo para sus clientes y se encontró con una caja de gambas que nadie se había podido permitir comprarla


Las gambas se sirvieron a la plancha como el menú del día, pero con precio popular. No sabía, entonces, que acaba de descubrir el futuro negocio de la familia.
En el bar no había ninguna plancha para asar las gambas y se optó por utilizar unas latas de membrillo para este menester. El primer kilo de gambas se agotó enseguida. El gran éxito de las gambas a la plancha requería la instalación de una cámara para su mejor conservación. En 1955 se solicita al Ayuntamiento licencia para una cámara frigorífica.
En La Alicantina, se servía un vino dulce o vino de chateo (saturado de azúcar para que se conservara). Los parroquianos solían invitarse a tomarse “un abuelo”, y unos bocadillos que eran la especialidad de la casa en aquella época.
Hoy, la gamba sigue siendo el plato estrella del local y su imagen de marca. Las podemos tomar, a la plancha, al ajillo, en gabardina, en croquetas, en banderilla. En La Casa del Abuelo, se puede tomar la gamba rosa de Palma de Mallorca, la blanca de Huelva y la roja de Garrucha que entra en la preparación de las croquetas.
En la actualidad el vino procede de las proximidades de Portugal, con denominación de Toro y elaborado por los propietarios de La Casa del Abuelo, para tal menester, adquirieron un pequeño viñedo con cepas muy antiguas.
Para defender y reactivar la tradición del tapeo madrileño, la Casa del Abuelo se juntó hace unos años con otras tascas históricas como, Casa Alberto, en el la calle de Las Huertas y la Taberna de Antonio Sánchez en la calle Del Mesón de Paredes, para formar la Asociación de Restaurantes y Tabernas Centenarias. Editan un boletín de noticias, participan a ferias y eventos promocionales, montan exposiciones y han creado un Club de Vinos exclusivo.
De la casa madre en la calle de la Victoria también han salido retoños: La Casa del Abuelo se encuentra también en las calle Goya y Núñez de Arce.


Si abandonar la calle de la Victoria, en el número 5 se encuentra la taberna “Venta El Buscón". El nombre como no podía ser de otra forma, procede de la famosa novela de Francisco de Quevedo, no nos olvidemos de que nos encontramos en pleno Barrio de las Letras. Nos encontramos en una taberna camaleónica que se transforma en función de la hora del día. Taberna de día y local de copas por la noche.


Podemos degustar las tapas de chorizo ibérico, morcilla, cecina de León, queso, jamón ibérico, jamón de pato, mojama de atún y salmón ahumado. También tienen tapas calientes como el  rabo de toro, callos y albóndigas caseras. Por la noche, a partir de las 24 h, el local da un giro y la taberna se convierte en un lugar de copas, música y baile.
Con una decoración muy personal, donde podemos encontrar pinturas de Don Francisco de Quevedo y detalles de la Edad de Oro, todo ello acompañado de azulejos de mensaque hechos a mano, que nos hacen  pasar momentos agradables.
En este ambiente, si cerramos los ojos podemos sentirnos trasportados a épocas pasadas.
 
En la misma calle de la Victoria, se encuentra La Fontana de Oro”, una de las tabernas más emblemáticas de Madrid, inicia su andadura en la época de Carlos III, en la calle de la Victoria nº 1. Tal era su fama, que incluso Benito Pérez Galdós la incluyó entre sus escritos.

La Fontana de Oro, esquina calle de la Victoria y calle del Pozo
La Fontana de Oro es una fonda café que lleva aguantando el paso de los años desde el siglo XVIII. Se encontraba situada en la esquina de la Carrera de los Padres Jerónimos con la calle de la Victoria, en lo que era la calle más concurrida de Madrid. Esta fonda madrileña inspiró posteriormente en el año 1870 a Benito Pérez Galdós en una obra titulada igual que la fonda “La Fontana de Oro” en lo que fue su primera novela. El café fue lugar de reunión de los liberales y punto álgido durante Trienio Liberal.
Su historia, se remonta a 1760 aproximadamente donde figura como Posada para Caballeros y botillería, posteriormente es fonda de viajeros. El dueño era un italiano de Verona llamado Giuseppe Barbazan. A finales del siglo XVIII, había tres grandes fondas en Madrid: La Cruz de Malta, la Fonda de San Sebastián y la Fontana de Oro.

Detalles de la fachada de la Fontana de Oro
La fonda tuvo su momento más importante durante el llamado Trienio Liberal. Entre los oradores más efusivos de la época se encontraba Antonio Alcalá Galiano que pronunciaba discursos sobre las libertades constitucionales. Benito Pérez Galdós describe en su novela el aspecto del café por aquel entonces y el ambiente que se respiraba.
En 1843 la Fontana es adquirida por el francés Casimir Monier que la incluye en las fincas adjuntas, también de su propiedad, dedicadas a baños y sala de lectura. Cambió el nombre a "Hotel Monier". Al pasar los años las guías de viaje definen "Fonda de los Embajadores" al mismo lugar donde se encontraba la Fontana de Oro.
Con los años paso de ser taberna a un restaurante vasco y posteriormente el Café Sol y Sombra. Hasta que en el siglo XX se volvió a recuperar como la antigua taberna que fue y además, siguiendo las letras de Galdós para seguir manteniendo su espíritu de antaño. En la Fonda había un espacio al que sólo tenían acceso los socios, denominado La Fontanilla, un altillo donde se daban los discursos de tono liberal. En la actualidad, se utiliza para actuaciones en vivo en el local. Por su carácter liberal, aparecen en sus azulejos retratos de Rafael de Riego o don Juan Martín el empecinado.

Interior de la Fontana de Oro
Galdós mencionaba que los techos de la taberna fueron pintados por un maestro madrileño, pero en la actualidad han sido encargados a artistas rusos de la escuela de Bellas Artes. Tres farolas que engalanan la parte central son de época fernandina. En la actualidad la Fontana de Oro es un pub de estilo irlandés, pero respetando la decoración anterior.
En esta primera planta la decoración es típicamente irlandesa, banderas y escudos, la decoración se mezcla con la del antiguo café: Cuadros de militares, escudos, mosaicos pintados de la época, etc.
En el sótano, se encontraban las cuadras que fueron trasformadas para adaptarlas a  uso hostelero, sus paredes y bobedas, están realizadas con  ladrillo visto de la época y nos ofrece un ambiente muy acogedor. La decoración es una mezcla de vidrieras de colores, escudos, espadas y cuadros, con motivos típicos de los pubs irlandeses.
Lugar muy recomendable para tomarse un café o una cerveza en un ambiente típicamente irlandés.

Frente a la Fontana de Oro, en la calle de la Victoria esquina con la calle El Pozo, se encuentra el “Restaurante la Cruz de Malta. Ésta es otra de las cervecerías del Viejo Madrid en un ambiente castizo y muy taurino, la taberna tiene un aire  popular y antiguo.


Traemos a estas páginas esta cervecería no tanto por sus exquisiteces culinarias entre las que destacan una gran variedad de canapés, aperitivos, tapas y raciones variadas, sin olvidar sus carnes, sino por la esplendida decoración de sus paredes con múltiples azulejos con diversos motivos.

Azulejos fachada Cervecería La Cruz de Malta
Sin abandonar la calle del Pozo, y dejando por unos minutos las tapas, cañas y vinos, en el número 6, se encuentra la antigua “Pastelería El Pozo. Fundada en 1830 por la familia Agudo, es una de las mejores pastelerías artesanas que podemos encontrar en Madrid, en ella se siguen realizando los hojaldres de forma artesanal, con planchas de hojaldre rellenas de crema o cabello de ángel.


La pastelería es famosa por sus roscones, para algunos los mejores de Madrid, pan de Cádiz, turrones, hojaldres, torrijas, etc. El nombre de la calle y de las Pastelería procede de la creencia de que en la zona existía un pozo milagroso y al que se habrían arrojado las reliquias de unos santos, hecho que provocó situaciones misteriosas en el Madrid de aquellos tiempos.
El local, en el transcurso de los años, ha sido objeto de varias reformas, pero ha sabido conservar la decoración original, manteniendo el mostrador de mármol y madera, la maquina registradora y la antigua balanza de pesar.
En la actualidad la pastelería está regentada por los sucesores de Julián Leal, que se encargó de ella hace 87 años.


Abandonamos la Antigua Pastelería el Pozo y nos dirigimos a la calle de la Cruz número 4, donde nos encontraremos con “Casa Toni”, donde nos pueden ofrecer productos como las mollejas y zarajos, además de variadas raciones como: Patatas en variadas formas de presentación, pimientos de padrón morcilla, setas, chopitos y muchas más raciones y tapas, como podemos comprobar en su carta.


Casa Toni es el típico bar de tapas amplio para poder ir en grupo, buena relación calidad precio y raciones generosas. Como bebida podemos disfrutar de las jarras de cerveza y una buena sangría.


En el número 17 de la calle de la Cruz, podemos visitar la taberna “Fatigas del Querer”. Esta Taberna, se fundo en los años 20 del pasado siglo, se mantuvo cerrada unos años hasta que reabrió sus puertas en el 2006, manteniendo la decoración que tenía en su inicio. El nombre de Fatigas del Querer, tiene que ver con un  estribillo de la bulería. “Dame un poquito de agua” cantada por Camarón en colaboración con Paco de Lucia.
La decoración del local está basada en azulejos andaluces elaborados a mano, las paredes son un homenaje a Julio Romero de Torres. La barra de madera tallada y una mesa de mármol de tonalidades verdes, destaca sobre el resto del mobiliario.


Su interior, está repleto de imágenes femeninas de Julio Romero de Torres, mesas y sillas añejadas, baños que con un poco de imaginación nos recuerdan a la vida de un pueblo, toda esta decoración nos transporta a épocas pasadas.
En el apartado gastronómico, destacaremos los ahumados e ibéricos, asimismo, las ensaladas, tigres, croquetas de jamón, patatas con distinta preparación destacando las patatas revolconas, callos, oreja a la plancha, picadillo, y para lo que no les apetecen las tapas y quieren un buen plato, se puede degustar el pollo a la parrilla, el rabo de toro estofado y el chuletón de Ávila.
Para beber, una colección de vinos tradicionales y por supuesto, vermut de grifo, copas y variedad de cócteles.


En la calle Cádiz número 9 se encuentra la “Taberna Malaspina”. Antes de entrar en la Taberna, lo primero que llama la atención es su fachada, con la recreación de un mapamundi de la antigüedad con el rotulo de Malaespina.
Para los más curiosos, Malaespina, fue una expedición al servicio del gobierno español que organizó el italiano Alejandro Malaspina en septiembre de 1788, junto con su amigo José de Bustamante y Guerra. Fue un viaje político-científico alrededor del mundo, con el fin de visitar casi todas las posesiones españolas en América y Asia y con el fin de realizar una documentación lo mas real posible acerca de las colonias y dominios de la monarquía española.


Nada más entrar, destaca la decoración, rápidamente nos recuerda al Madrid más castizo, de buen vino y buena tapa. Te sirven una tapa incluso antes de que hayas pedido la bebida. Se trata de una taberna muy concurrida. La carta es amplia en raciones, pero lo que realmente destaca, son sus huevos rotos y su tosta Malaspina, una tosta de tamaño XXL a base de tomate natural y aceite, acompañada con lacón con pimentón y queso fundido con orégano.
Malaespina, tiene una variedad importante de raciones, ensaladas y tapas al gusto del consumidor. Puedes encontrar tapas calientes con jamón, lomo, queso, chorizo, carne asada, cangrejo entre otros. Para beber puedes pedir la sangría como especialidad de la casa, por supuesto con su tapa correspondiente, también destacan los mojitos y caipiriñas.

Con entrada por la calle Espoz y Mina 18 y la calle Barcelona, nos encontramos con el “Restaurante Cervecería La Tintorería”. Abierto en el año 2004, es un ejemplo más de los nuevos locales que están apareciendo por la ciudad de Madrid, con nuevas ideas sobre la gastronomía.

Fachada de la Tintorería
La decoración, es fundamental en el nuevo establecimiento, comenzando por la entrada principal en la calle Espoz y Mina y continuando por la decoración de sus salones en el sótano, donde se ha rescatado el ladrillo visto original de estas cuevas originarias de los siglos XVI y XVII que, al parecer, iban a parar todas a la Puerta del Sol. El buen gusto y la pulcritud de todos los detalles presiden todos los rincones de este establecimiento.
La carta es muy variada y seguro que satisface a los paladares más exigentes: Tablas de patés o de quesos, croquetas caseras, de jamón y de pollo, no nos olvidemos de los ibéricos, como buen restaurante madrileño, no podían faltar las raciones de callos, albóndigas y chipirones.

Cueva de la Taberna La Tintorería
Y que decir de las ensaladas como la de jamón de pato a la salsa tártara, con foie, y el revuelto de patatas con pimientos de Guernica y virutas de jamón Ibérico, para los que gustan de los productos del campo, se puede degustar setas a la plancha, con ajito o morcilla de arroz, sobre una crema ligera de garbanzos. El restaurante nos ofrece también un crujiente de langostinos con cebolla confitada y salsa de soja, ó platos de cuchara, sin olvidarnos de un buen entrecotte a la plancha, con su guarnición ó variedad de pescados.
Podemos completar nuestra mesa con un buen vino y unos postres caseros.


Junto a la Plaza de Santa Ana, haciendo esquina con el callejón del Gato y la calle Núñez de Arce, donde en la década de los años 50 del pasado siglo, se respiraba la tauromaquia y literatura se encuentra hoy la “Taberna La Fragua de Vulcano”. Un espacio nuevo pero que aún mantiene el aroma de tasca de posguerra, donde todavía se respira el olor a vermut de grifo.

En nombre como podemos imaginar tiene mucho que ver con el famoso cuadro de Velázquez, La Fragua de Vulcano. Su decoración está basada en azulejos tradicionales como podemos contemplar en la fachada.
En su cocina, todavía se sigue preparando el exquisito cocido madrileño, realizado a fuego lento, y que en épocas pasadas, era el plato de las personas con pocos recursos. Si el cocido no es plato de nuestra devoción, nos podemos decantar por la fabada, las lentejas o una buena paella. A destacar también las gambas a la plancha, al ajillo ó una tortilla española.

Si quieres tomarte unas bravas de toda la vida, en el barrio que estamos recorriendo te puedes encontrar con la “Taberna las Bravas” en el callejón del Gato o mejor dicho Álvarez Gato, en la calle Espoz y Mina ó en el Pasaje de Matheu.
El establecimiento comienza su andadura allá por 1933 en el popular y literariamente conocido como El Callejón del Gato, donde los espejos cóncavos y convexos inspirarían a D. Ramón María del Valle-Inclán la figura del esperpento en su obra Luces de Bohemia.


En un principio se trataba de una taberna de venta de vinos y licores, que se fue transformando con el paso de los años, después de la guerra civil la taberna incorporó los aperitivos y diversas raciones. Sardinas asadas ó patatas fritas, destacaban especialmente.    En la década de los 50, la taberna comenzó a añadir salsa picante a las patatas, suponemos que el picor animaría a beber a los clientes. No sin cierto rechazo al principio, la salsa con el paso del tiempo resultó un éxito. En el año 1960 la marca Las Bravas (patatas y salsa) fue patentada.


En 1963 se abrió el establecimiento de Espoz y Mina y en 1974, se amplió el negocio al Pasaje de Matheu.
El secreto de la salsa permanece dentro de las paredes de la cocina para amenizar no solo las patatas, sino otros productos culinarios como la tortilla y la oreja. Pero si somos alérgicos al picante, la taberna dispone de raciones de pulpo a la gallega, calamares fritos, pinchos morunos y croquetas caseras de jamón y pollo.

Nuestra siguiente parada es la Taberna La Alhambra en la calle de la Victoria número 9. Se trata de una de las Tabernas típicas de Madrid que abrió sus puertas allá por el año 1929, conservando los azulejos originales realizados por Alfonso Romero, el mismo que realizó los de la plaza de toros de Las Ventas. El Logo, es una reproducción de la imagen de la hija de Julián del grupo Tequila caracterizada de mejicana. Dentro de la Taberna se puede contemplar un arco de medio punto que comunica la Taberna con la Cantina, conserva su magnifica decoración de taberna andaluza con sus azulejos y el paisaje de la Alhambra entre dos arcos arabescos, con detalles curiosos para observar, como las paredes de ladrillo e imágenes en grandes composiciones de azulejos y el Logo presidiendo el salón.


Toreros y estrellas de cine fueron clientes habituales de esta Taberna, que conserva ese aroma añejo de casticismo.
En cuanto a la carta, tienen un excelente surtido de productos ibéricos, ahumados y quesos y otras raciones típicas del tapeo madrileño como las croquetas, la tortilla española o las patatas dos salsas.

Interior de la Taberna La Alhambra
Para los que no deseen comer de tapas ó raciones, la Taberna nos ofrece: Entrecot, rabo de toro, paella mixta y diversos platos de la cocina española.


Comenzamos nuestro recorrido en la que podemos considerar taberna estrella de la zona, El Abuelo y para finalizar nos acercaremos a uno de los establecimientos con más solera de Madrid “Lhardy”, restaurante ubicado en pleno centro de Madrid en la Carrera de San Jerónimo número 8,.abierto en el año 1839 por su fundador el francés Emilio Hugenin Lhardy.
El local se abrió en principio como una pastelería que poco a poco fue incorporando comidas. En la actualidad es tienda y restaurante, destacando su famoso caldo desde 1885, el restaurante ofrece desde sus comienzos servicios de catering de alto standing a los hoteles y a las celebraciones de la alta sociedad.


Las fondas de los Siglos XVIII y XIX no ofrecían buenas comidas a los extranjeros y de esto se quejaba ya Mariano José de Larra. La oferta gastronómica era mala y el servicio pésimo, las comidas que se servían, llenas de aceite y ajo, y no eran del agrado de los visitantes extranjeros, la apertura de Lhardy supuso un punto de alivio para los visitantes
El evento que lanzó a la fama a Emilio Lhardy fue la organización del bautizo del hijo primogénito de José de Salamanca y Mayol (Marqués de Salamanca) en 1841. Dicho evento fue coordinado desde el punto de vista culinario por Emilio Lhardy. Este evento hace que Mesonero Romanos realice una reseña en 1844 en una edición del “Manual de Madrid”.
Como ya hemos indicado es famoso desde hace muchos años el caldo de carne que ofrece en un samovar de plata, tradición introducida en el local en el año 1885. El restaurante posee seis salas decoradas al gusto del siglo XIX y comienzos del XX. Algunos autores alaban el cocido madrileño elaborado en su restaurante, es un cocido (servido a los tres vuelcos) que ha venido a denominarse con el tiempo “cocido de Lhardy”. destacar algunos pasteles con nombre francés como: Petits sous, los éclairs, diversos hojaldres, los esponjados savarins (aromatizados de ron o kirsh), así como tartas.

Interior de Lhardy
En zona de charcutería y de fiambres se tiene el pavo trufado el roastbeef, la lengua escarlata, pasteles de hígado (de perdiz, de liebre, etc), guarnecidos de huevo hilado, aspics, la poularde demi deuil, etc.
El lenguado al vino blanco ha llevado lejos su prestigio y en algunas cartas francesas lo denominan "Lenguado Lhardy". El el otro plato conocido y alabado por diversos autores son los callos a la madrileña. Es muy mencionada la exclusiva bodega con gran variedad de vinos que posee de España y de otras partes del mundo.
Los salones que posee Lhardy se distribuyen en dos plantas, en la primera está el Salón isabelino, decorado con cuadros de Agustín Lhardy y el famoso Salón japonés de pequeñas dimensiones que debe su nombre a las telas de sus paredes y a las lámparas que lo decoran. En la segunda planta posee los salones Sarasate, Gayarre y Tamberlick.
Benito Pérez Galdós menciona el restaurante en algunas de sus novelas de los Episodios Nacionales: Prim, España sin Rey, Amadeo I, Lo prohibido, Torquemada. La primera mención de Lhardy en los Episodios Nacionales la encontramos en Los Ayacuchos:
"Me llevó el Marqués de Salamanca en su coche a la Carrera de San Jerónimo, donde se ha establecido un suizo llamado Lhardy, que es hoy aquí el primero en las artes de comer fino”.
Bretón de los Herreros menciona a Lhardy en su comedia La hipocresía del vicio.
Luis Coloma en su novela Pequeñeces, editada en 1891. Donde se menciona literalmente a Emilio Lhardy.

Hemos llegado al final de nuestro recorrido, pero somos conscientes de que por el camino nos hemos dejado algunos establecimientos dignos de tenerse en cuenta, que mejor que cada uno de vosotros descubraís cada uno de los establecimientos de la zona.
 
 

 
 


miércoles, 26 de septiembre de 2012

MUSEO CERRALBO

Paseando por la ciudad de Madrid, nos podemos encontrar con rincones que habitualmente pasan desapercibidos pero que se trata de verdaderas joyas tanto en lo referente al edificio como a su contenido.
Hoy traemos a estas páginas uno de esos rincones que recomendamos su visita a todos los amantes del arte, se trata del Museo Cerralbo, situado en la calle Ventura Rodríguez número 17.


Antes de comenzar la visita, hagamos un poco de historia para conocer algunos pasajes de la vida de su fundador.

Enrique de Aguilera y Gamboa, nace en Madrid en 1845. Comenzó sus estudios en las Escuelas Pías de San Fernando y ya desde niño demostró una gran afición por coleccionar monedas antiguas, para cuya adquisición invertía su pequeña paga.

Ramón Mesonero Romanos en su libro el “Antiguo Madrid” publicado en al año 1861, nos realiza una descripción del Colegio, situado en la calle de Mesón de Paredes en el barrio madrileño de Lavapiés.

“Algo más abajo, en la misma calle, o más bien en una plazuela que se forma delante de él, está el Colegio de San Fernando, a cargo de los padres Escolapios, fundado en 1729, y colocado bajo la protección de la villa de Madrid en 1734, en el cual reciben la instrucción primaria gratuitamente unos 2.000 niños, y además se admiten alumnos internos, que pagan una pensión diaria, y para los cuales hay cátedras de Gramática, Latinidad, Historia, Geografía, Matemáticas, etc. El templo propio de esta casa es uno de los más bellos de Madrid, por su planta, que consiste en una amplia rotonda precedida de un espacio cuadrangular, que hace veces de nave, y cubierta por una hermosa cúpula, que sobresale notablemente entre todas las de Madrid. Fue construido por el hermano Miguel Escribano, y terminado en 1791, y la bella colección de esculturas que decoran sus altares, obras todas de los artistas modernos, llama justamente la atención de los inteligentes.”

Fotografías de los marqueses
Enrique de Aguilera y Gamboa, XVII marqués de Cerralbo, desciende de familias aristocráticas cuyo origen se remonta al siglo XIII. Su familia estuvo emparentada con la Casa de Alba, la Casa de Osuna y la de Medinaceli.

          Hijo de Francisco de Aguilera y Becerril, conde de Villalobos, y de María Luisa de Gamboa y López de León, ocupa el séptimo lugar de trece hermanos.
Fallece su padre en 1867 y Enrique hereda el título de Conde de Villalobos. Pocos años después fallece su abuelo heredando también los títulos de marqués de Cerralbo, Almarza y Campo Fuerte, y de conde de Acudía, Foncalada y Sacro Imperio Romano. Asimismo, hereda de su abuelo, José Aguilera y Contreras, la villa de Cerralbo y el palacio de San Boal en Salamanca, además de una serie de fincas en Aranda de Duero y en los partidos judiciales de Ciudad Rodrigo, Vitigudino y Alba de Tormes. Más tarde incrementará su patrimonio con los palacios de, Santa María de Huerta en Soria y Monroy en Cáceres.
Continuó sus estudios en la Universidad Central de Madrid compaginando sus estudios de Bellas Artes con Derecho y Filosofía y Letras. En 1871 contrajo matrimonio con María Manuela Inocencia Serrano y Cerver, viuda del militar y político Antonio María del Valle.

Pinturas de los marqueses de Cerralbo de Ricardo Balaca y José Soriano Fort
           Con veinticuatro años, ingresó en el partido carlista. En 1872 fue elegido diputado a Cortes por el municipio salmantino de Ledesma. En estos años forjo una gran amistad con el infante Carlos de Borbón y Austria-Este, duque de Madrid, y aspirante al gobierno de España, que llegó a encargarle que organizara una junta de carlistas leales para hacer frente al entonces jefe del partido Cándido Nocedal. En 1885 Enrique de Aguilera fue nombrado senador del reino, y cinco años más tarde el infante Carlos le pidió que fuese su representante en los territorios carlistas. Su actividad en favor de la causa carlista fue tan intensa que le fue concedido el Toisón de Oro.

Fotografía  del partido Tradicionalista año 1913, en el centro el Marques de Cerralbo
         El carlismo se estableció como un movimiento político tradicionalista y legitimista de carácter antiliberal y contrarrevolucionario surgido en España en el siglo XIX que pretendía el establecimiento de una rama alternativa de la dinastía de los Borbones en el trono español, y que en sus orígenes propugnaba la vuelta al Antiguo Régimen.

Los cambios que se producían en España en los inicios del siglo XIX iban apartando aunque no de forma definitiva, a la nobleza de los puestos más relevantes que durante tanto tiempo habían estado ostentando dentro de los distintos gobiernos y que por medio del Partido Carlista pretendían en cierto modo mantener sus privilegios.
El marqués dejó su cargo de representante regio en 1890, aduciendo motivos de salud, aunque muchos pensaron que en realidad el marqués estaba profundamente decepcionado por la crisis española tras la pérdida de las colonias y la propia situación del partido.
De 1913 a 1919 asumió de nuevo la jefatura del partido tradicionalista, esta vez al servicio de Jaime de Borbón, hijo de Carlos. Las consecuencias políticas de la Primera Guerra Mundial y el desconcierto que se vivía entre los grupos carlistas, junto a su deteriorada salud, le hicieron abandonar definitivamente la política.

Casa-Museo Cerralbo año 1920
Cuando inició su alejamiento de la política, el marqués se dedicó a sus muchas aficiones como la cría de caballos, y su gran pasión, el coleccionismo.

El Marques de Cerralbo, consagró parte de su vida a la crianza caballar, tratando de conseguir un tipo especial de caballo, logrando un caballo mezcla de pura raza inglesa y española.
Su yeguada de Santa María de Huertas en Soria tuvo mucha fama, alcanzando en el año 1882 el Primer Premio de la Exposición de Madrid. En 1902 presentará su nuevo ejemplar que ganaría los primeros premios de Madrid y Barcelona.

Vista actual del Museo Cerralbo con la Torre de Madrid al fondo
Durante años, el marqués de Cerralbo había viajado por una veintena de países, donde gastó verdaderas fortunas en adquirir obras de arte con destino a su colección particular. En 1883, los hijastros del marqués de Cerralbo habían adquirido un solar de la calle Ventura Rodríguez, que posteriormente cederían al marques para levantar un palacio donde pudiera guardar su rica colección de arte. Fue el propio marqués quien diseñó el edificio y el pequeño jardín, y fueron los ejecutores del proyecto los arquitectos Cabello Lapiedra, Sureda y Cabello y Asó, y su decorador José Soriano Fort.

Vieja estampa del Museo y la calle Ventura Rodríguez
La calle Ventura Rodríguez se encuentra en el Barrio de Arguelles que recordaremos se construyó en los antiguos terrenos del Real Sitio de la Florida propiedad de Calos IV.
Con el tiempo, la Montaña del Príncipe Pío se segregó de la Florida. En la parte Sur quedaba la Montaña y en la parte Norte, la Florida. En 1831, Fernando VII cedió la Montaña del Príncipe Pío a su hermano el infante Francisco de Paula que la convirtió en parque público con paseos y jardines. Entre mediados y finales del siglo XIX se construyó en sus terrenos el barrio de Argüelles.

Museo Cerralbo en la actualidad, las vías de los tranvías han dejado paso a los coches
El marques se dedicó también a la investigación histórica y arqueológica, disciplinas en la que destacó y por la que fue elegido miembro de la Real Academia de la Historia, y más adelante formaría también parte de la Real Academia Española y de la de Bellas Artes de San Fernando.
Debido a su gran prestigio en el campo de la arqueología, el Ministro de Instrucción Pública, Amalio Gimeno, invitó al Marqués a participar en el debate del Senado sobre el proyecto de la Ley de Excavaciones de 1911, cuya promulgación limitó la salida del país de objetos artísticos y arqueológicos.

Detalles de la fachada y escudo de los Cerralbo
El 27 de agosto de 1922 falleció en su palacio de la calle Ventura Rodríguez, donando todos los hallazgos arqueológicos y paleontológicos al Museo Arqueológico Nacional y al Museo Nacional de Ciencias Naturales y creando, también por disposición testamentaria, el futuro Museo Cerralbo, constituido por el palacio y las colecciones artísticas que reunió a lo largo de su vida.

Tapices del Museo Cerralbo
Antes de su muerte, el marques tubo que sufrir dos grandes pérdidas: Primero la muerte de su esposa, Inocencia Serrano y Cerver, marquesa de Cerralbo, fallecida el 21 de junio de 1896. Más tarde fallecerá su hijastro y amigo, Antonio del Valle, marqués de Villa Huerta, literato distinguido y hombre de vasta ilustración.
Estos acontecimientos harán que el Palacio Cerralbo permanezca cerrado ocho largos años y el histórico blasón labrado en piedra de la fachada oculto bajo un paño negro en señal de luto.
  
Casa-Museo Cerralbo principios del Siglo XIX
           La casa-palacio de los Cerralbo, se construyó como residencia habitual de los marqueses y con el fin de disponer de espacio para depositar las colecciones de arte y antigüedades que habían reunido a lo largo de su vida. El edificio, se construyó como ya hemos indicado, en el moderno barrio de Argüelles, en un solar de 1709 m2, con fachada a las calles Ferraz, Ventura Rodríguez y Juan Álvarez de Mendizábal. Los arquitectos, Alejandro Sureda, Luis Cabello y Asó y Luis Cabello Lapiedra, trabajaron sucesivamente desde 1883 siguiendo las directrices del marqués de Cerralbo hasta el fin de los trabajos en 1893.
El estilo arquitectónico de la fachada responde a las corrientes clasicista,  historicista y otros movimientos de la época, alternando piedra y ladrillo. Cada una de las fachadas está dividida en tres cuerpos articulados por pilastras que ennoblecen los cuatros torreones del edificio.


Siguiendo las pautas de los hoteles franceses contemporáneos, la distribución interior se desarrolla en torno a un patio central. Las estancias se distribuyen según el criterio decimonónico, por un lado las habitaciones privadas en la planta entresuelo y por otro, salas y salones de recepción en la planta principal, acogiendo la última planta los archivos y áreas de servicio, mientras que los espacios destinados a servicio doméstico como cocinas, despensas y cocheras, se alojaban en el semisótano.
Las obras de construcción y acondicionamiento duraron más de diez años, pero tras ellas se vio terminado uno de los más bellos palacios de la capital, que fue durante años uno de los centros neurálgicos de la vida social madrileña. El palacio, contaba con un salón de baile de estilo Rococó, un comedor de gala y una biblioteca con más de diez mil volúmenes.
El jardín que podemos contemplar en la actualidad corresponde una reinterpretación reciente, basado en un boceto del propio Marqués del jardín romántico de estilo inglés o paisajista del siglo XIX, ordenado en torno a un estanque central. En él se sitúan esculturas de seres mitológicos, fauna y bustos de emperadores romanos.

Jardines del Museo Cerralbo
El templete-mirador fue proyectado por L. Cabello y Asó en 1891, con planta hexagonal de dos pisos; el superior, abierto a modo de belvedere, se adorna con columnas clásicas y bustos escultóricos intercalados.

La frescura del Jardín
Uno de los proyectos que no pudo realizar el marqués fue construir una nave de dos plantas en la zona del jardín, desde el Salón Estufa hasta el templete. Aquella idea, cuyo proyecto fue redactado por el arquitecto Sr. Ortiz Villajos, tenía como finalidad ganar espacio para albergar la  numerosa colección de obras de arte. Nunca se llevó a cabo la obra debido al fallecimiento del marqués y del arquitecto.

El Museo Cerralbo, mantiene casi intacta su estética de época, con gran acumulación de muebles, antigüedades y pinturas, dispone de amplios salones para las colecciones más relevantes y espacios más reducidos para la vida cotidiana. Actualmente se conserva casi íntegra la decoración de la planta principal, que incluye un esplendido salón de baile, mientras que las estancias más privadas sufrieron cambios debido al paso de los años. No obstante, han sido recuperadas con mobiliario original y otras antigüedades adquiridas en fecha reciente.


La fabulosa colección que hoy podemos contemplar, fue el fruto de los múltiples viajes realizados por el marques por toda Europa en compañía de su familia, visitando museos y adquiriendo obras de arte, reuniendo así una magnífica colección que, sumados a la colección numismática, fondos bibliográficos y documentos antiguos, supera las 50.000 piezas. Por la calidad y diversidad de géneros que abarca llegó a considerarse entonces la colección privada de arte más completa del país, a su formación contribuyeron notablemente su esposa, doña Inocencia Serrano y Cerver, y los hijos de ésta, Antonio y Amelia del Valle y Serrano, marqueses de Villa-Huerta.


Armería, Arqueología, Cerámica, Dibujos, Estampas, Escultura, Fotografías, Libros, Medallas, Mobiliario, Monedas, Pintura, Relojes, Tapices y Catálogos, confieren un encanto especial al palacio, que con un poco de imaginación, nos trasladan a lo que fue la vida aristocrática de finales del siglo XIX.
A todos los objetos de arte adquiridos en distintos lugares de Europa había que añadir también algunas piezas arqueológicas de primer orden, pues en los últimos años, el marqués había desarrollado especialmente su afición por la ciencia de la arqueología, promoviendo y sufragando distintas excavaciones en varios yacimientos españoles.

Salón de baile
Una vez descubierta la pólvora, las armaduras de tiempos feudales perdieron su valor defensivo, hecho que propició las colecciones privadas de la nobleza. El Museo Cerralbo contiene aproximadamente 700 piezas procedentes de todas las partes del mundo.
El Museo, nos muestra una colección de armas de fuego, como arcabuces, fusiles, escopetas y pistolas, fiel reflejo de la evolución de estas armas a través del tiempo, especialmente del siglo XVI al XIX.
Por último, destacar las armaduras de guerra procedentes del Japón del siglo XVIII, compuestas de cobre, cuero lacado y cintas de colores. Se trata de armaduras de distinción que pertenecieron a samuráis.


En el apartado de cerámica, destacar pequeñas esculturas, jarrones, cajitas, piezas de vajilla y otros muchos elementos realizados en cerámica, porcelana y cristal elaboradas prestigiosas fábricas como: Manises, Talavera y Puente del Arzobispo, Sèvres, Wedgwood, Meissen, Buen Retiro, además de elementos procedentes de China y Japón.

Numerosas esculturas de bronce, alabastro, mármol y granito adornan interiores y marcan los senderos del jardín.

Esculturas del museo
Como ya indicamos en la breve biografía dedicada al marques, una de sus aficiones más destacada, era la numismática. En el Museo se encuentran más de 23.000 piezas, de las cuales una parte pertenecen a los hijos políticos, identificables al llevar las iniciales VH de Villa Huerta delante del número de inventario. En colección, podemos apreciar el interés del marques por la Historia, con monedas de distintas épocas y de la mayoría de los países del mundo.
Monedas del Museo

Los relojes que reunió el Marqués de Cerralbo en su colección son de una tipología muy variada, aunque todos ellos de las relojerías inglesa y francesa de los siglos XVIII al XX. Los relojes están distribuidos a lo largo del palacio en sus distintas habitaciones, colocados sobre consolas, chimeneas o mesas.

Relojes del Museo Cerralbo
La decoración de cada sala y espacio refleja la posición social de los marqueses. El recorrido por el museo permite descubrir las modas en decoración de salas de confianza, salones de aparato, salas de diversión, de estudio, comedores y estancias íntimas a través de distintos tipos de chimeneas, mesas, espejos, consolas, vitrinas, espectaculares lámparas, tocadores o armarios. En las habitaciones destinadas a encuentros y tertulias, destacan veladores, mesas, sofás, sillas y sillones, aparadores y consolas.

Vitrina del Museo Cerralbo
Por último en este pequeño recorrido por el museo, destacaremos el apartado de la pintura.
Durante el siglo XIX y debido a las continuas guerras y desamortizaciones de los bienes de la iglesia y la ausencia de medidas proteccionistas supusieron la salida al mercado de gran cantidad de piezas de arte comercializadas por las casas de subastas y anticuarios, obras de arte españolas, francesas y españolas.
La afición por la pintura que tenía el marques, le llevaron a visitar las casas de subastas con el fin de adquirir una serie de obras de grandes maestros de la pintura española, italiana o flamenca como Zurbarán, Ribera, Tintoretto o Van Dyck.

Aquelarre de Leonardo Alienza y Nieto
Dentro de la pintura española destacaremos una Virgen de Zurbarán, San Francisco de El Greco, La conversión de Saulo de Juan Antonio Frías y Escalante, una Piedad de Alonso Cano.
Merece la pena contemplar las decoraciones murales de varias estancias, como el techo del fabuloso salón de baile, pintado por Máximo Juderías Caballero, los espejos y dorados amplifican su grandiosidad y dispone para los músicos de una tribuna en forma de balcón.

Francisco de Zurbarán y Van Dyck
La pintura italiana cuenta con especial protagonismo, destacando obras de los siglos XVI, XVII y XVIII. A destacar dos retratos: Uno de Alejandro de Médicis, pintado por Bronzino y el Retrato de Agostino Doria de Tintoretto. Destacar también grandes lienzos de Girolamo Muziano y Palma el Joven, bodegones de Giovanni Battista Ruoppolo y Giuseppe Recco.
Las demás escuelas europeas cuentan con una presencia muy inferior, aunque se pueden citar un retrato de María de Médicis atribuido al taller de Van Dyck, y una obra de Frans Snyders, Puercoespines y víboras.

Giuseppe  Recco
El marqués de Cerralbo donó al Estado este patrimonio instituyendo el Museo Cerralbo, con el fin de que sus colecciones perdurasen siempre reunidas como base para el estudio de los aficionados a la ciencia y al arte. El Estado aceptó el legado testamentario recogido en Reales Órdenes de 10 de abril y 24 de septiembre de 1924.
Diez años después se constituyó la Fundación Museo Cerralbo (O.M. de 22 de marzo de 1934). El edificio fue inaugurado como museo en 1944. Las obras de adecuación a sus nuevas funciones y ampliación estuvieron a cargo del arquitecto Guillermo Diz Flores. En 1962 fue declarado Monumento Histórico Artístico. Dos años más tarde experimentó una nueva intervención a cargo de Fernando Chueca Goitia.
Sometido el palacio a obras de modernización desde verano de 2006, su reapertura se demoró varias veces y finalmente tuvo lugar el 14 de diciembre de 2010.
Actualmente, es un museo de titularidad estatal y gestión directa del Ministerio de Cultura, dependiente de la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales. Consta de 37 estancias distribuidas entre el Zaguán de entrada, la Escalera de Honor, los pisos Entresuelo y Principal, y el Jardín.

Hemos realizado con este trabajo una pequeña aproximación al Museo Cerralbo, tratando de despertar la curiosidad de cualquier visitante que se sienta atraído por el arte, a partir de este momento, os toca a cada uno de vosotros descubrir todo su encanto.
Para los que no tengan la posibilidad de realizar una visita personal al Museo, ó prefieran ampliar los conocimientos sobre el mismo, les recomiendo entrar en la Página Oficial del Museo Cerralbo
http://museocerralbo.mcu.es/laCasaMuseo/historiaDelMuseo.html