domingo, 22 de julio de 2012

PLAZA DE LA PAJA

No se trata de la Plaza Mayor ni de la Puerta del Sol. La Plaza de la Paja es una pequeña plaza escondida en el Madrid más castizo, pero que atesora una larga historia que toda persona sea o no de Madrid, debe conocer.
Nuestra plaza se encuentra en el llamado Madrid de los Austrias, en la antigua morería y muy próxima a San Francisco el Grande.

Murallas del Madrid del Siglo XIV

El barrio de la Morería, arrabal que se encontraba situado fuera de los muros del primer recinto árabe madrileño, fue abarcado completamente por la muralla construida por los cristianos al principio del siglo XII. Al igual que en otras muchas ciudades, ésta fue la zona destinada para que  la población musulmana viviese alejada de los cristianos, después de la conquista de Madrid. Posteriormente, al rebajarse la presión que soportaban los árabes, estos ya pudieron adquirir posesiones en cualquiera de las otras zonas de la Villa.
En tiempo de los Reyes Católicos, las leyes dictadas en 1481 para que los judíos vivieran apartados, afectaron de igual manera a los mudejares, que se vieron en la necesidad de volver a recluirse en su antigua morería. En el año 1482, se suavizaron un poco las normas represoras. Nuevamente se dejó a los mudéjares comerciar en toda la ciudad, con la condición de regresar por la noche a la morería. Pero a partir de 1499, año de inicio de un nuevo endurecimiento de la política de los Reyes Católicos hacia ellos, algunos se marcharon y otros se convirtieron o no tuvieron más remedio que hacerlo al cristianismo (los llamados moriscos), integrándose con el resto de la ciudadanía, pero siendo muy castigados por la Inquisición. Finalmente, en 1609, Felipe III expulsó a todos aquellos que, más o menos secretamente, mantuvieron sus creencias o sus prácticas religiosas. 


Los mudéjares eran extraordinarios agricultores, laboriosos comerciantes, artesanos y, principalmente, excelentes albañiles, fontaneros y alarifes. El estilo mudéjar, los sistemas de construcción románico y gótico con elementos decorativos árabes, se caracterizaron por el uso primoroso del ladrillo y el yeso. Y para construcciones modestas se utilizaba el tapial, a base de tierra mezclada con paja.
El  barrio de Morería subsiste como antaño, respetando el nombre de sus calles y  la disposición del caserío, con construcciones abigarradas en medio de una red de calles estrechas.
En nuestro paseo, nos centraremos en la Plaza de la Paja y su entorno.
Curiosamente, la que hoy conocemos como Plaza Mayor, o Plaza del Arrabal, en el antiguo Madrid, era en realidad una plazuela en los arrabales de la ciudad, mientras que la Plaza de la Paja era la Plaza del núcleo de Madrid.

La Plaza de la Paja recibe su nombre de la costumbre que había en el siglo XV de vender la paja que se daba al capellán y cabildo de la capilla del Obispo para mantenimiento de las mulas que los citados capellanes utilizaban para pasear.



Sin embargo, su verdadera importancia es anterior a estas fechas pues en el siglo XIII era el lugar de mercado y centro de la villa, hasta que Juan II mandó construir la Plaza del Arrabal, que luego se transformó en la Plaza Mayor.
La plaza de la Paja esta coronada por la Capilla del Obispo que fue ideada para albergar el cuerpo de San Isidro aunque al final no se utilizó para tal fin. Como Plaza Mayor estaba rodeada de palacios ( Palacio de los Lasso de Castilla, Palacio de los marqueses de la Romana, Infantado, Benavente, Villafranca, Anglomá, Lujanes y Vargas), que con el tiempo fueron siendo abandonados.
Durante el siglo XIX algunos de estos palacios se sustituyeron por edificios de viviendas para las clases populares con la finalidad de obtener rentas, forma de inversión de las clases más acomodadas. El antiguo palacio de los Vargas, ahora centro de enseñanza, junto con a la Capilla del Obispo, son de los pocos edificios que se conservan de la época, aunque han sufrido transformaciones.
En esta Plaza encontraban alojamiento los reyes Católicos cuando venían a Madrid.


Comenzamos nuestro recorrido al final de la Plaza de la Paja y sobre un balcón de la calle Segovia, donde encontramos el jardín y Palacio del Príncipe de Anglomá.
El Palacio del Príncipe de Angloma o Palacio de Angloma es un edificio palaciego del Siglo XVII situado entre las calles Segovia, Calle de San Andrés, calle de San Pedro y calle del Príncipe de Anglomá.
Construido entre 1675 y 1690, sobre un solar en el que se encontraba la casa de la familia Vargas desde el año 1530. En el nuevo palacio, entre otros muchos, habitó Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Pimentel, hijo del IX duque sé Osuna. Mas tarde paso a manos de los Duques de Benavente, por cuyo motivo también se denomina Palacio de los Benavente. Se dice que antiguamente sus bajos acogieron unos túneles secretos que comunicaban con el Palacio Real.
Fue reformado por primera vez en 1776 por Vicente Barcenilla y más tarde, entre 1802 y 1803 por Antonio López Aguado. adaptándolo éste último a la moda neoclásica del momento.
Sus famosos jardines asimismo fueron reformados en 1920 por Javier de Winthuysen, a pesar de sus reducidas dimensiones es aconsejable visitarlos, para observar su diseño y especialmente su empedrado.
El edificio tras permanecer largos años cerrado y abandonado estuvo a punto de ser derribado, de no ser por unos promotores que lo adquirieron en 1987 y lo rehabilitaron.
Actualmente acoge viviendas particulares, una empresa de formación a distancia y el Restaurante Negro de Anglomá.

Jardines del Palacio de Anglomá

Muy próxima al Palacio de Anglomá, se encuentra la Iglesia de san Pedro el Viejo en la confluencia de las calles del Nuncio y de Costanilla de san Pedro, considerada como una de las iglesias más antiguas de la ciudad.
El templo actual se construyó en el Siglo XIV, época a la que pertenece su torre mudéjar, sin duda su elemento arquitectónico más destacado y que podemos observar desde cualquier punto del barrio. A lo largo de los años, ha sido objeto de varias reformas que han alterado significativamente su aspecto primitivo. Una de las más importantes fue la realizada en el Siglo XVII, mediante la cual se unificó arquitectónicamente el conjunto de la Iglesia.

Torre de San Pedro el Viejo

La parroquia de San Pedro el Viejo tiene un origen incierto. Aparece citada en el Fuero de Madrid de 1202, en referencia a una antigua edificación existente en la actual plaza de Puerta Cerrada, y se sabe que, en el Siglo XIV, fue trasladada a un nuevo edificio, en su actual emplazamiento. Es muy posible que éste se construyera sobre la antigua mezquita del arrabal morisco de la Morería.
Inicialmente era conocida como San Pedro el Real, pero perdió esta denominación en 1891, cuando dejó de ser parroquia en favor de la iglesia de la Paloma.

La Iglesia de la Paloma pasó a llamarse San Pedro el Real y para evitar confusiones, popularmente se bautizó al edificio de la calle del Nuncio como San Pedro el Viejo. Confusión que, en la práctica nunca ha existido, ya que los madrileños siempre han designado a la iglesia de la Paloma con este nombre y no con su denominación oficial.
La torre es el único elemento que mantiene un estilo concreto, el mudejar, y aún así no aparece en estado puro, pues está rematada con un campanario de traza herreriana. Fue erigida en ladrillo, a mediados del Siglo XIV. Junto a la base de la torre, aparece una sencilla portada sellada en la actualidad, que podría ser del Siglo XVI.


Placa de la Iglesia de San Pedro el Viejo

En el interior conviven rasgos arquitectónicos del Siglo XV, caso de la cabecera nervada de la nave de la epístola; como la capilla de los Luján (hoy llamada del Perpetuo Socorro); y del Siglo XVII, cuando se levantaron la cabecera principal y las tres naves.
Estos últimos elementos fueron incorporados durante la reforma proyectada por el arquitecto Francisco Sanz en el año 1655, quedando unificado  arquitectónicamente el interior del templo.
En la capilla de los Luján estuvo el sepulcro de fray Antonio de Luján, obispo de Mondoñedo, mandado construir por Francisco de Luján, su hermano, y que se conserva en la actualidad en el Museo Arqueológico Nacional. El retablo mayor es obra de Sebastián de Benavente y data del año 1671.
En San Pedro el Viejo se guarda una de las imágenes religiosas de mayor devoción entre los católicos madrileños. La talla de Jesús el Pobre, llamado así para diferenciarlo de la imagen de Jesús de Medinaceli, fue tallada por Juan de Astorga,  en Sevilla a finales del Siglo XVIII.
En 1812, la talla fue trasladada desde Sevilla hasta su actual ubicación, como regalo de la duquesa viuda de Santiesteban y Medinaceli, quien la conservaba en el palacio de la Casa de Pilatos.
La Archicofradía de Jesús el Pobre sale en procesión cada Jueves Santo, en uno de los desfiles más multitudinarios de la Semana Santa Madrileña.
En el interior del templo se encuentra la capilla del Cristo de las Lluvias, que tiene su origen en una tradición de la Edad Media. Según la leyenda, el repicar de las campanas conseguía desviar las tormentas y con ello, se lograba salvaguardar las cosechas de las adversidades meteorológicas.
Todo el entorno de la iglesia de San Pedro el Viejo, incluida la parte trasera a las escalerillas de la Travesía del Nuncio, constituye uno de los parajes más típicos de Madrid.

En la Plaza de la Paja, se encuentra la Capilla del Obispo, construida en el lugar que ocupaba una antigua capilla erigida posiblemente por Alfonso VIII en la manzana 129, propiedad casi toda ella de uno de los linajes más poderosos de Madrid, los Vargas.
Forma parte del complejo parroquial de San Andrés, integrado, además de por la Capilla del Obispo, por la Iglesia de San Andrés, de planta gótica, y la Capilla de San Isidro, de estilo barroco. El conjunto monumental ocupa la práctica totalidad de una manzana, delimitada por las plazas de los Carros y de San Andrés al sur, la Costanilla de San Pedro al este, la Costanilla de San Andrés al oeste y la Plaza de la Paja al norte. El acceso a la Capilla del Obispo se realiza por unas escaleras situadas en la Plaza de la Paja.

Año 1860, recreación de la Plaza de la Paja

En el año 2006 comenzó la última fase de las obras de restauración del complejo, financiadas por la Comunidad de Madrid y dirigidas por el arquitecto Javier Vellés, en las que se tiene previsto volver a conectar las tres estructuras.
Fue un miembro de la familia Vargas, Francisco de Vargas, quien ordenó en 1520 la construcción del templo. Las obras fueron acabadas en 1535 por su hijo, Don Gutierre de Vargas y Carvajal, Obispo de Plasencia, y de quien la capilla ha adoptado el nombre con la que es más conocida, ya que su advocación verdadera es la de San Juan de Letrán.
Tras la concesión a la familia Vargas de la custodia del cuerpo de San Isidro en 1518, las reliquias del santo fueron trasladados a esta capilla desde la contigua parroquia de San Andrés, por lo que hasta 1544, año en que los restos vuelven a su antiguo emplazamiento, la Capilla del Obispo fue también conocida como la Capilla del Cuerpo de San Isidro.
Este magnífico edificio, monumento nacional desde 1931, representa la transición del gótico (nave y ábside cubiertas por bóvedas góticas de crucería) al renacimiento, puerta y decoración interior.

Levantado como una capilla de la parroquia de San Andrés, con la que en un principio estaba comunicada, destaca en el interior el prodigioso retablo mayor, obra del palentino Francisco de Giralte, discípulo de Berruguete, quien le concluyó hacia 1550 con la colaboración de Juan Villoldo el mozo, quien realizó la policromía.

Retablo de la Capilla del Obispo

En 1544, una vez retirados los restos de San Isidro, la capilla pasó a ser panteón de los Vargas, de acuerdo a una práctica entonces común entre las más notables familias de la oligarquía madrileña.
 A tal efecto, Francisco Giralte también construyó el sepulcro del obispo fundador, con su estatua orante y la de sus familiares; así como los sepulcros de los padres de éste, Francisco de Vargas e Inés de Carvajal, situados a ambos lados del presbiterio. 
A destacar la fachada plateresca, con hermosas labores sobre la escalinata, las puertas atribuidas a Francisco de Villalpando pero que probablemente fueron talladas por Cristóbal de Robles. En el interior, de una sola nave, con altas y complicadas nervaduras góticas, destaca el retablo, plateresco obra de Francisco Giralte discípulo de Berruguete. En él se representan escenas de la vida de Cristo bajo la mirada del Padre Eterno. A los lados del altar se hallan los sepulcros de los fundadores, don Francisco de Vargas y doña Inés de Carvajal, su esposa, con figuras en alabastro de Giralte. Más rico es el sepulcro del obispo de Plasencia, de excelsa belleza, también de Giralte, conjunto en el que sobresale la figura de don Gutierrez orante, arrodillado en un riquísimo reclinatorio.

En la Plaza de la Paja, con vuelta a las calles de la Redondilla y Mancebos, se encontraba la casa palacio de los Lasso de Castilla, derribada en 1880 para construir en su lugar varios edificios de viviendas.
Tenía unos sesenta mil metros cuadrados de superficie y, se comenta que disponía de más de cien habitaciones.


Dibujo de la fachada del Palacio de los Lasso
Fue levantada en el Siglo XIV, en los últimos años del reinado de Enrique IV, por Pedro de Castilla, biznieto del rey don Pedro I que se caso con Catalina Lasso de Mendoza, hija del señor de Mondejar.
Hacia 1490 mandó construir una enorme torre que fue derribada en 1816. El palacio lo heredó su hijo don Pedro Lasso de Castilla y en él residieron los Reyes Católicos, así como Fernando el Católico y su segunda mujer, Germana de Foix. También residieron en el Palacio, Juana la Loca y su marido Felipe el Hermoso y, posteriormente, los regentes del reino el Cardenal Cisneros y el deán de Lovaina que llego a ser Papa con el nombre de Adriano VI.



En el siglo XVI se construyó un pasadizo elevado que unía el edificio a través de la citada torre con la iglesia de San Andrés para comunicar los aposentos de los Reyes Católicos con la tribuna de la iglesia.
En 1611 el palacio pasó a sus primos los duques del Infantado, siendo derribado en 1882. En su solar, el marqués de Cubas, construyó, varios edificios de viviendas.

Junto a la capilla del Obispo, en el lado oriental del recinto, se alza el Palacio de los Vargas, construido en el Siglo XVI. La fachada de este edificio fue transformada en el Siglo XX, adoptándose una solución para que su fachada fuese una prolongación de la Capilla del Obispo, de forma que ambos conjuntos muestran idéntica fachada.
El apellido de Vargas, alcanzó su mayor celebridad en la villa, en el año 1083 cuando Madrid fue reconquistada por el rey don Alfonso VI. En la historia de esta villa, alcanzó gran importancia, el linaje de los Vargas; siendo el primero de este apellido, del que se tienen noticias, Juan o Iván de Vargas, se le atribuyen los dos nombres, fue un valeroso guerrero, que ayudó eficazmente a don Alfonso en la conquista de la villa.


Palacio de los Vargas a la izquierda de la Capilla del Obispo

Una vez pacificada la zona, se convirtió en un rico hacendado, a cuyo servicio estuvo San Isidro Labrador.
Un hijo de Iván de Vargas, llamado Pedro Ibáñez de Vargas, acompañó al rey Alfonso en la conquista de Toledo, en el año 1085, recibiendo una gran herencia, fundando, a media legua de la ciudad de Toledo, un lugar que se llamó Vargas y constituyó el principio de los Vargas de Toledo.
Con posterioridad, Pedro Fernández de Vargas nieto del citado Pedro Ibáñez de Vargas, fue uno de los más esforzados guerreros que se distinguieron en la Batalla de las Navas de Tolosa en 1212, dando repetidas pruebas de ser digno descendiente de sus valerosos antepasados. Este mismo valor les fué trasmitido a sus hijos Garci Pérez de Vargas y Diego Pérez de Vargas.

Estatua a la entrada del antiguo Palacio de los Vargas
 Garci Pérez no sólo emuló las bélicas hazañas de su progenitor, sino que las sobrepasó. Fue uno de esos héroes que mereció ser cantado en las novelas de caballería. Venció al rey de los gazules, al que dio muerte y por esta y otras muchas hazañas mereció que su nombre fuera esculpido en mármol, en una inscripción que se leía en la puerta de Jerez, en la ciudad de Sevilla.
La Casa de los Vargas, cuyos campos se dice que araban los ángeles mientras  San Isidro rezaba, ostenta sobre su portón la siguiente leyenda: "Esta fue la casa solar de Iván de Vargas, al cual sirvió como criado el glorioso San Isidro".
En el Palacio de los Vargas abrió doña Baldomera, hija de Larra, su especial Banco Popular de Imposiciones por los años 70 del siglo XIX, con el que estafó a mucha gente trabajadora y humilde de todo Madrid.
La Casa de los Vargas fue donada por la Casa de Alba, actuales tenedores de los títulos nobiliarios de los Vargas, para que funcionase en ella un instituto de educación concertada, concretamente el Centro de Enseñanza Media Santa Bárbara.

El antiguo e ilustre Colegio de San Ildefonso, cuyos niños cantan todos los años los premios de la popular Lotería de Navidad, se encuentra en la Plaza de la Paja haciendo esquina con las calles Redondilla y Alfonso VI.
El Colegio de San Ildefonso es la Institución dedicada a la infancia más antigua de Madrid con más de 400 años de existencia.


Fachada Colegio de San Ildefonso
Desgraciadamente, no existe ningún documento que permita fijar con exactitud la fecha de la fundación del Colegio de San Ildefonso, pero el licenciado Jerónimo de Quintana, en su libro “Historia de la Antigüedad, Nobleza y Grandeza de la Villa de Madrid” de 1629, nos aporta algunos datos sobre su origen:

"En el Colegio de San Ildefonso, se crían los niños, que llaman de la doctrina. No se ha podido alcanzar a saber el principio de su fundación, ni quien lo fundase, por su mucha antigüedad; sólo se halla memoria de él en un privilegio de los señores Reyes Católicos por los años de mil y cuatrocientos y setenta y ocho, en que hacen merced de cierta limosna a este colegio, y se guarda en el archivo de la Villa”.


El documento histórico más antiguo que se conserva es una referencia documental, firmada por el rey Carlos I en 1543, que autoriza a la Villa de Madrid la concesión de 50 fanegas de trigo a los "Niños de la Doctrina".
Este colegio ubicado primitivamente en el número 3 de la Carrera de San Francisco fue trasladado en 1884 a la calle Alfonso VI, pues su antigua ubicación de había quedado pequeña al ir creciendo el número de niños que dependían de esta institución.
El actual solar  del Colegio, estuvo ocupado con anterioridad por el palacio de don Beltrán de la Cueva, perteneciendo desde 1510 a los Lujanes de la Morería. En el siglo XIX, el inmueble era propiedad del conde de Benalúa, pasando después al conde de Revillagigedo
El Colegio de San Ildefonso inauguró sus nuevas y flamantes instalaciones, después de una reforma integral, en el año 1884, acto que fue presidido por SS.MM. los reyes de España don Alfonso XII y doña María Cristina.

Sin abandonar la Plaza de la Paja, podemos contemplar la cúpula del llamado Complejo Parroquial de San Andrés.
El complejo parroquial, ubicado en la Plaza de San Andrés, lo conforman: La Iglesia de San Andrés dedicada a San Andrés Apóstol, la Capilla de San Isidro y la Capilla del Obispo de la que ya hemos hablado. 

Conjunto Parroquial de San Andrés

San Andrés es una de las iglesias más antiguas de Madrid. El primer dato documental que se tiene de su existencia es su aparición en el Fuero de 1202 como una de las parroquias de la ciudad, aunque no obstante, y según la tradición, ya existía desde la época de San Isidro, que fue feligrés de esta parroquia siendo enterrado en el cementerio de la parroquia hacia el año 1130, lo que dio origen después, para albergar el cuerpo incorrupto del Santo.

Se cree que la iglesia pudo estar situada sobre lo que fue una primitiva iglesia cristiana del Madrid islámico, ya que la jurisdicción de San Andrés se extendía por lo que fue el antiguo barrio mudéjar, posterior morería.
En 1656 quedó en ruinas la capilla mayor, lo que motivó que al año siguiente se iniciara la construcción de un templo nuevo con una orientación distinta respecto al primitivo.
Con la reforma de la Iglesia, la Capilla de San Isidro Labrador se acabó uniendo al conjunto finalizando las obras en 1699. Saqueada y parcialmente destruida durante la Guerra Civil, fue restaurada posteriormente con algunas modificaciones respecto al edificio original, así, la parroquia se reconstruyó sobre el espacio de la antecapilla de San Isidro, mientras que sobre lo que había sido la iglesia del siglo XVII, se construyó la nueva casa rectora.

Interior del complejo de San Andres

Las obras para levantar la Capilla de San Isidro, iniciadas en 1657 bajo la dirección de Pedro de la Torre, y en la que se emplearon piedras de la antigua muralla, y con la idea de que la Capilla quedara dentro del recinto del antiguo cementerio y tumba de san Isidro, obliga en el diseño al alargamiento de la primitiva iglesia medieval y el cambio de orientación al oeste, hacia la costanilla de San Andrés, donde se puso un retablo de Alonso Cano con esculturas de Pereira.
La capilla-relicario de San Isidro, concebida en 1622 como tumba del Santo Patrón, que acababa de ser canonizado, se ubica anexa a la vieja parroquia medieval de San Andrés. El proceso fue largo, al concurso convocado en 1639 se desestimaron las propuestas de arquitectos tan prestigiosos como Juan Gómez de Mora, fray Lorenzo de San Nicolás, Francisco Bautista, Cristóbal Colomo y Miguel del Valle, y sí se aceptó el proyecto de Pedro de la Torre.
Pero la realización material se fue dilatando hasta la construcción definitiva entre los años 1657 y 1669, dirigiendo las obras y variando detalles y alzados José de Villarreal.
En 1660 se contrató a Juan de Lobera para la ejecución del baldaquino que alojaría el cuerpo momificado del Santo, siendo él el que concluyó los trabajos por muerte de Villarreal.
El interior de la capilla fue suntuosamente recubierto de mármoles, jaspes y estucos dorados. Numerosos artistas de la época participaron en el enriquecimiento decorativo de la capilla, que se quiso fuera la octava maravilla del mundo y que sí al menos constituyó el primer ejemplar barroco netamente madrileño.
Antonio Germano, Gaspar de Olaza y Miguel Tapia, que se encargaron del revestimiento y labrado de piedras y mármoles; Juan de Villegas, que doró pilares y columnas; Erasmo de Norbec, que elaboró piezas, remates y tarjetones de bronce; Carlos Blondel y Francisco de la Viña en labores de escayola y estuco; escultores como Juan Ron, Raimundo Capuz y los ya citados Pereira y Cantón de Salazar, y pintores de la talla de Ricci, Carreño, Francisco Caro y Alonso del Arco.
El efecto de toda esta obra era abigarrado y teatral, con toda la luz de la cúpula cayendo sobre el barroco baldaquino de Juan de Lobera, produciendo un gran efecto escenográfico sobre el arca con las reliquias de san Isidro que se guardaban en su interior.
Algo cambió en 1769 cuando el arca con el cuerpo de San Isidro fue trasladada a la antigua iglesia de los jesuitas de la calle de Toledo, hoy colegiata de San Isidro, y su hueco ocupado por una imagen del Santo, tallada por Isidro Carnicero.
Desgraciadamente, toda la riqueza interior de la Iglesia (cuadros, decoración, retablos e imágenes  ardieron en 1936. Sólo quedaron en pie el exterior de la capilla de San Isidro, el muro de la costanilla de San Andrés, la torre adosada y la capilla del Obispo, esta última intacta, por llevar durante mucho tiempo tapiada su comunicación con el templo y pasar casi ignorada su existencia.


Placa explicativa colocada donde se ubicaba el voladizo en la Iglesia de San Andrés

Tras la guerra civil, la reconstrucción volvió a alterar de nuevo las dimensiones y orientación de San Andrés, ya que se cerró el paso a la arruinada capilla del Santo Patrón, se edificó una casa rectoral en el espacio de la antigua iglesia medieval y se puso el altar mayor ahora al norte.
Así permaneció durante muchísimo tiempo, hasta 1991, año en el que Javier Vallés finalizó la reconstrucción extraordinaria y magnífica de la capilla de San Isidro, momento en el que se procedió a instalar allí, en el centro, el altar mayor, con lo que el templo posiblemente sea un caso único en la historia ha estado orientado a los cuatro puntos cardinales, haciendo realidad y cumpliendo con creces un antiguo dicho popular: "San Andrés, iglesia al revés".



No posee la iglesia imágenes o cuadros de valor, pues lo antiguo fue destruido. Destaca un Crucifijo en el altar mayor de talla moderna, con otras imágenes de San Andrés  la Virgen y el Niño a los lados; figuras de San Isidro y Santa María de la Cabeza y varios cuadros con escenas de la vida del Santo.
En el pavimento, una sencilla lápida recuerda el primitivo sepulcro de san Isidro.

Finalizaremos nuestro recorrido por la Plaza de la Paja, visitando la Casa Museo de San Isidro, situada en la Plaza de San Andrés, esquina a la costanilla de San Pedro, edificio que como tantos otros perteneció a la familia Vargas.
En esta casa vivió San Isidro y allí se produjo el milagro del pozo, el cual aún se conserva. Tiene una profundidad de 27 metros y más tres de agua. En reciente excavación se han encontrado materiales en su fondo fechables en el siglo XIII, algunos de tradición musulmana.

Casa-Museo de San Isidro en la Plaza de San Andrés

En el solar que ocupa esta casa murió San Isidro, y en ella se construyó una capilla. El periodista Francisco Robello y Vasconi lo relata en estos versos:
Las pinturas y decoración datan del año 1789. Las pinturas murales que cubren las bóvedas fueron realizadas por Zacarías González Velázquez.
El óvalo central representa la apoteosis de San Isidro, y en la bóveda de la nave aparecen dos ángeles que sostienen una corona de laurel mientras otros dos presentan una banda con la inscripción:
"Hice dormivit in domino" (aquí durmió en el Señor), aludiendo a la tradición según la cual el Santo murió en este lugar.
El retablo es del siglo XVIII de madera pintada imitando mármol. Un arco de punto alberga una escultura de madera policromada que se encuentra en la capilla desde el año 1663
En 1561, con el establecimiento de la capitalidad en Madrid, fue ocupada por el Nuncio del Papa, ya que era una de las mejores residencias de la ciudad. Más tarde, el edificio cambió de propiedad siendo los Condes de Paredes y más tarde del marqués de Peñafuente la propiedad. Tras la guerra civil de 1936 se cerró definitivamente y fue demolida en 1974.

Lo único que se salvó y que forma parte de la actual edificación, fue el pozo del milagro, donde san Isidro hizo elevar las aguas a la altura del brocal para salvar la vida de su hijo que había caído en él, y la capilla construida en memoria del Santo.

Pozo del milagro

En 1986 fue adquirido por el Ayuntamiento de Madrid quien lo ha restaurado con proyecto del arquitecto Valentín Quintas Ripoll. En él se ha instalado el museo arqueológico municipal ó Museo de los Orígenes.
Actualmente el Museo de los orígenes, se encuentra como exposición permanente, dedicada a la arqueología madrileña y a la historia de la ciudad hasta el traslado de la Corte en 1561 por Felipe II. Destacan valiosas colecciones que proceden del desaparecido Instituto Arqueológico y del Museo Municipal.
Algunas investigaciones han puesto en duda que el santo patrón viviera en esta casa, y ubican como vivienda el edificio que existía en el solar donde se construyó el actual Colegio de San Ildefonso en la Plaza de la Paja.
La Casa Perteneció a los Lujanes desde el Siglo XIV. Llamada por algunos Casa de los Condes de Paredes en base a que, desde el Siglo XVII, los Lujanes ostentaban ese título.
Erróneamente se la llamó Casa de los Vargas a pesar de que se ha demostrado ampliamente que los Vargas nunca habitaron en esta casa. Por este mismo motivo difícilmente puede ser el pozo que se enseña en su interior  el del milagro, ya que la tradición dice que ocurrió en la casa de Iván de Vargas.
Si es cierto que en el colegio de San Ildefonso, existió un pozo que fue tapado hace unos años para evitar peligros para los niños. Que cada uno se quede con la versión que más le guste.

"Junto a San Andrés, tenía este señor, Juan de Vargas una casa, a donde Isidro y María obedientes se hospedaban. En un aposento bajo se les dio vivienda Sana, cuyo aposento es capilla hoy donde la fe cristina, al labrador madrileño, Santo por divina gracia, culto le da y reverencia, y sus acciones ensalza".

En el cuarto donde vivió san Isidro, la familia de los Vargas mandó erigir una pequeña capilla poco más allá de 1212, año en que fue exhumado su cuerpo incorrupto y el pueblo de Madrid empezó a considerarlo santo. Esta capilla, varias veces reconstruida, así como una lápida puesta en 1783, ha llegado a nuestros días. El resto de la casa no ha tenido la misma suerte, pues, imposible de reparar por su completa ruina, se decidió demolerla a finales del siglo pasado y en su lugar construir una nueva, de aceptables trazas en la fachada pero tal vez demasiado moderna en el interior.



2 comentarios:

  1. Excelente trabajo, rincones y sitios para unos madrileños casi olvidados y para otros desconocidos, habrá que recorrerlos cuando llegue el otoño.
    Carmen

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  2. Gracias por explicarnos tan bien los rincones de Madrid

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